Los aceites, tanto corporales como faciales, los aplicaremos sobre la piel mojada, consiguiendo así una mayor y más rápida absorción.
Aprovecharemos la ducha para después del último enjuague y con la piel mojada aplicar una determinada cantidad de aceite en las manos y rozar el cuerpo, o la parte del cuerpo que nos interese, con este aceite. De este modo mezclamos el agua que hay sobre la piel con el aceite, emulsionando la mezcla y facilitando que el agua actúe como impulsor que ayuda a penetrar el aceite.
Después, volveremos a enjuagarnos para retirar de la piel los restos de aceite que no ha penetrado y que, en todo caso, ya no penetrará.
De este modo conseguimos que penetre más aceite y lo haga más rápidamente. Las moléculas de aceite son bastante más grandes que las del agua, es por esta razón que siempre nos queda una película a la piel, al rozar junto con el agua rompemos las moléculas de aceite y facilitamos que pasen por los poros.
De paso, al enjuagarnos de nuevo, retiraremos los molestos restos de aceite que quedan sobre la piel.